Cada mañana
subiendo
la cuesta
que me llevaba
a la
entrada verde
del
hospital psiquiátrico
cogía una
flor rosa
de ciudad
porque sabía
que cada
mañana
estarías
allí amándome
con las
gafas puestas
mirarías mi
flor y
me verías
hermosa
entre los
anónimos
muebles del
Ikea que
nos hacían
menos locos
La terapia
era abrazarnos
y yo quería
follarte
porque
estaba sola
y enferma y
deseaba
tanto que
la flor cayera
al suelo
del pasillo o
a la arena
del patio
que se
magullara
mi espalda
mientras yo
me agarraba
a tu ancha
espalda con
mis antebrazos
acuchillados
sentir el frío
suelo por
el que caminan
los
internos en calzoncillos
y gritan
nombres o insisten
en ir a
Carrefour a pasar
la tarde Yo
que quería
que folláramos
en uno
de los
bancos paralelos
no
repararía esta vez
en la
elección del espacio
sentir las
astillas en mis nalgas
calientes
del verano que
se acercaba
para que tú
te fueses
El deseo de la enferma
de la flor
que se marchitaba
cada día
era la felicidad
más grande
que se puede
consentir
en un lugar en el
que hay que
llamar al timbre
Ya no
estamos allí y no asesino
cada día
una flor urbana
de color
rosa pero aún conservo
la rosa
negra que me regalaste
cuando nos
besábamos y seguirán
lavando las
toallas de los internos
y todavía
deseo que me folles
en la arena
hasta hacerme
sangre como
solo puede hacerlo
quien ama y
teme a la muerte
quien
arranca una flor hermosa
al lado de
la carretera sabiendo
que la
tirará a la basura mustia
cuando
regrese a casa
2 comentarios:
Bellísimo poema, Castrejón.
Muchas gracias, Valdés.
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