Hace treinta años yo estaba
en una piscina pública Mi madre
apareció elegantemente vestida
presagio de una desgracia La yaya
se ha muerto Me voy a Madrid
Yo desnuda con mi biquini azul
turquesa No me diste un abrazo
No lloraste conmigo Me dejaste
dormir sola en la casa de unos
abuelos que siempre fueron ancianos
con los ojos abiertos pensando en qué
estaría haciendo mientras moría
Bailar Pedir una cerveza Reírme Qué
sucia y qué desnuda y qué ganas de
follar tenía en esa cama con olor
a moho No pude decirte adiós Tocar
tu mano aunque las mías todavía hoy
notan la crema que echaba en tu espalda
Nadie me dijo que ibas a morirte y me
quedé para siempre bajando la escalera en
uniforme después del colegio con
tus dedos en mi pelo en el sofá de
Torrelodones haciendo buñuelos
de bacalao y sangre frita escondiendo
bombones en el cajón de la cocina
diciéndote adiós cuando nos fuimos
por última vez de aquella urbanización
en la que me picó una avispa en el césped
de la piscina Hace treinta años estaba en una
piscina pública desnuda ante tu muerte
y así sigo Siento el frío de la pérdida
inesperada no llorada junto a tu cuerpo
inerte al que decirle unas últimas palabras
lejos de la piscina lejos de la cama extraña
y llena de escozor Abrazarte mamá Por estas
cosas me quedo encerrada en el tiempo en la
piscina pública en las escaleras verdes en la
antártida
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