Llevo el
olor del amanecer en una
plaza junto
a un mendigo al que cogimos
prestada su
guitarra el de tantos cuerpos
que
abandonaba vistiéndome al borde
de la cama
el del mar una noche de
otoño
cubierta solo con mis bragas
negras y
una fotografía borrosa Llevo
el olor de
casas del color de sus edredones
el de las
fiestas hasta la madrugada
en sillones
o en la hierba o el de follar
en un
parque o en un baño público
Llevo el
olor repugnante del primer
beso de la
sangre en el colchón de la
cama de mis
padres y esa náusea y esas
canciones
que cantábamos el olor de tantas
ciudades
del mar Caribe y de su diosa
del alcohol
absorbido por mi falda entre
maricas y
bolleras el olor del coño
de las
mujeres el de las pollas de los
hombres
Llevo el olor de muchas
vidas dentro
hasta de la que me sacaron
de las
entrañas Ya no huelo más Me
escondo de
quienes me buscan solo
quiero el
olor de la sangre del sueño
Abrir la
nevera es empezar una nueva
vida y las
he agotado todas oliendo
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